Cuenta la leyenda que un día el Gran Espíritu propuso un juego a sus más avezados caballeros y sobresalientes heroínas.
Una tarde en la que el Sol se ponía por el Este, les reunió alrededor del Abuelito Fuego y en presencia del Guía de todos, el imprevisible Unicornio, les comunicó con cierta ironía lo que sigue:
- “ Ya he oído vuestros gritos silenciosos. Queréis jugar a ser Dios y a la vez os atraen sobremanera las hijas de los hombres. Pues bien, os propongo un entretenimiento.
Encarnaréis con cuerpo de hombre y de esta manera podréis tomar mujer en aquel planeta azul que tanto os llama la atención. La prueba consiste en que al amanecer en dicho astro podéis perder vuestra condición privilegiada y correréis el riesgo de incluso olvidar por completo vuestro verdadero origen. A cambio podréis participar plenamente del Árbol del Conocimiento... siempre que encontréis en qué lugar esconderé el Tesoro de la Sabiduría.”
Todos estuvieron encantados de la proposición que colmaba gran parte de sus anhelos aunque con un evidente riesgo de perderlo casi todo.
Pasaron años, décadas, siglos, milenios... y aquellos jugadores estaban ya asqueados porque no encontraban en ninguna parte el Tesoro prometido.
Desde entonces la vida en el planeta azul se convirtió en un laberinto de muy difícil solución, debido a las fuertes barreras psicológicas, sociales, morales y religiosas que se autoimpusieron para organizar con cierto orden la búsqueda del camino de retorno al origen.
¿Qué estaba sucediendo?
Buscaban en todas partes excepto en el lugar que menos podían imaginar: el Oro del Conocimiento lo había escondido el Gran Espíritu en el fondo del corazón de cada uno de ellos.
La única solución posible que les proponían los enviados del Gran Espíritu, Jardineros del Árbol del Conocimiento y del Árbol de la Vida, era que se esforzaran en reorganizar su estilo de vida tan disperso y recuperar la Energía, perdida en mil actividades superfluas, para impulsarse así a romper sus modos de percepción distorsionados por sus propias normas y manías de comportamiento adquiridos; enamorarse de nuevo de la vida y, recuperando las fuerzas, hacer Luz en la conciencia atrapada, siguiendo posteriormente cada cual los dictados internos de su propio corazón con entusiasmo y con un Intento inflexible hasta alcanzar de nuevo la Libertad Original.
“Realicemos la Caminata del Poder!
¡Juntos!: para al tropezar, no caer;
y lograr cada cual terminar su Quehacer. “
(AUTOR: EBER, EL ARQUERO DE LOS ELFOS)